Hace unas semanas saltó a las redes sociales un titular sensacionalista que afirmaba que el 60% de las novedades editoriales acaba destruido. Era la conclusión errónea que una periodista desinformada y con ganas de generar impactos extraía de las declaraciones bienintencionadas de unos cuantos editores. Carecía de todo fundamento, y confundía conceptos básicos como la destrucción y la devolución, pero revolucionó las redes sociales, que lo dieron por válido.
A pesar de su poca fortuna, este artículo ponía de manifiesto una vez más un runrún que lleva meses circulando por los mentideros internacionales del libro: Se publican demasiadas novedades y se imprimen demasiados libros.
Ojo, no es lo mismo: mientras un debate se centra en la sobreoferta de títulos anuales (llamémosla hiperedición), el otro gira en torno a la sobreimpresión de ejemplares.
Sin hiperedición no hay bibliodiversidad
¿Hay un exceso de novedades editoriales?, ¿trabaja la industria editorial en un modelo de hiperedición?
A efectos de colocación en librería física, sí: no hay estantes para tantos libros, ni mesas suficientes para tantas novedades.
Los libreros no dan abasto. Con una media –en España– de 70.000 novedades editoriales anuales, sumadas a los títulos de fondo, su día a día es un constante fluir de cajas de libros que entran y salen. Ingresos y devoluciones. Albaranes recibidos y albaranes enviados.
En EEUU, la media de novedades ronda entre 1 millón y 4 millones, si se cuentan los títulos autoeditados.
Es la HIPEREDICIÓN. Mínimos de 3.000 novedades diarias en EEUU. 200 novedades al día en España.
Incluso restando el 50% de aquellos títulos que el librero nunca expondrá en sus estanterías por ser ajenos a su interés, éste tiene que gestionar ¡100 novedades diarias! No hay expositor que aguante semejante rotación.
Es la razón por la que la mayoría de los títulos devienen invisibles y acaban en las cajas de devolución. Y también lo que lleva a muchas voces a pedir que los “libros malos” no resten espacio a los “libros buenos”. Por “malos” suelen referirse a los títulos autoeditados, aunque paradójicamente, la cifra de autoeditados ni se contabiliza en esa media de 70.000 novedades anuales en España ni suelen llegar a las librerías físicas, aunque ocupan mucho espacio de atención en Amazon, Kobo y otras grandes librerías online.
¿De qué depende que un libro sea bueno o malo? Está claro que no del criterio de muchas editoriales: basta echar un vistazo en las librerías para darse cuenta de que la calidad no abunda en muchos sellos.
Pero, ¿es calidad lo que buscan siempre los lectores? Está claro que no, porque si no más de una editorial habría quebrado hace mucho y las novedades editoriales se habrían reducido a menos de la mitad.
En edición comercial, la calidad es subjetiva. No existe un estándar de calidad.
Personalmente, condenaría cientos de libros al ostracismo editorial, a la no-publicación. Eso dejaría sin lecturas a muchos lectores con gustos e inquietudes diferentes a los míos, a los que mi selección les parecería aburrida, pretenciosa, cultureta e insufrible. Limitar la edición por mis criterios de calidad dejaría a muchos lectores sin lecturas. Y si esos lectores en las antípodas de mi criterio de calidad fueran los árbitros de la edición, mis lecturas estarían muy limitadas, tendría poco entre lo que elegir.
Por ello la bibliodiversidad es necesaria, aunque nos pese y aunque a veces atente contra nuestra ética y estética.
Y es aquí donde entran los libreros como árbitros de los diferentes criterios de calidad, capaces de crear una oferta singular a partir de esa bibliodiversidad. Éste es el verdadero oficio del librero independiente: la curación de un catálogo según criterios propios de selección.
La bibliodiversidad es enriquecedora; democratizadora –a decir de algunos–, pero ha desbordado la capacidad de la cadena comercial del libro. No hay espacio físico en las librerías para tanta novedad, incluso cuando el librero selecciona y limita el catálogo.
Pero si no hay espacio físico en las librerías, sí hay espacio en sus páginas web.
La solución a la hiperedición está en los catálogos virtuales.
El catálogo de ecommerce de una librería puede ser tan largo como la lista de libros disponibles a la venta. Todo lo que no cabe en la tienda tiene su sitio en la web.
En la web, el librero no tiene por qué renunciar a nada y puede mostrar cuantos títulos escoja por cuanto tiempo desee, sin que las novedades los expulsen.
En la web, el lector puede encontrar libros afines sin cortapisas, accesibles a través de los buscadores y las clasificaciones temáticas.
Además, una buena página web permite al librero exponer los títulos de diversas maneras y en diferentes grupos. Mientras que, en un entorno físico, el libro suele colocarse en una única sección de la librería, en la librería virtual el libro puede aparecer en tantos temas, géneros, grupos de edad y secciones como el librero decida.
Pongamos como ejemplo un Delibes, Las ratas, título de fondo de calidad indiscutible. En una librería física, con toda probabilidad, se emplazaría en Literatura/Narrativa Española, en la D de Delibes.
En su catálogo virtual, el libro podría encontrarse bajo diferentes epígrafes: clásicos contemporáneos españoles, autores españoles del siglo XX, novela costumbrista, novela rural, novela de denuncia social, novela ambientada en Castilla…
Las posibilidades de multiclasificación son enormes, y bien utilizadas, pueden aumentar considerablemente las ventas, pues el título tiene más posibilidades de ser descubierto por los lectores.
Para las editoriales, los catálogos virtuales también son una gran oportunidad, sobre todo para reactivar el fondo editorial. Libros que fueron novedad años atrás pueden reaparecer en los estantes virtuales de las librerías, volver a tener la visibilidad perdida.
Por supuesto, para ello la editorial tendrá que trabajar muy bien los metadatos, pues la clave de la multiclasificación y la visibilidad está en unos buenos metadatos. No este el lugar para profundizar en ello, así que me limitaré a repetir uno de mis mantras: unos metadatos completos y ricos aumentan la visibilidad y la venta de los libros.
La hiperedición puede ser sostenible, no tiene por qué significar sobreproducción
Si nos atenemos a la lógica de la actual cadena de suministro de libro en papel, la “hiperedición” lleva a la sobreproducción y a la sobredistribución (su prima hermana): más libros impresos en circulación de los que el sistema no puede absorber, libros que acaban devueltos a los almacenes, donde acaban destruidos.
Pero esa lógica de la actual cadena de suministro por fin puede a verse alterada por el nuevo modelo de distribución sin stock (distribución PTO o 1×1). En él, los títulos están en los catálogos editoriales, pero no en los almacenes de los distribuidores convencionales.
Son libros para los que no se hace tirada; no se imprimen, no se colocan físicamente en las librerías, no se apilan en los almacenes. Los libros en distribución sin stock sólo se imprimen cuando el lector los compra.
Así pues, la distribución sin stock es la solución más sostenible, ecológica, económica y eficaz a la permanencia de los títulos de fondo en las librerías. Los libros no caducan mientras no caduquen sus derechos, no se descatalogan, sencillamente pasan a vivir en un entorno digital hasta que una compra los desvirtualiza y los envía a la imprenta, donde se fabricarán sólo las unidades compradas.
Una gestión eficiente del fondo editorial mediante la distribución sin stock, ayudada por las bondades de unos metadatos bien trabajados por la editorial e impulsada por el trabajo de selección de la librería pueden convertir la hiperedición en un enorme beneficio para la industria y para los lectores, con una huella mínima de carbono.
Y es que la hiperedición también puede ser edición inteligente.
Este artículo fue publicado por primera vez el 20 de septiembre de 2022 en Actualidad Editorial por Arantxa Mellado con el título La hiperedición sostenible, o cómo recuperar el fondo editorial y favorecer la bibliodiversidad imprimiendo sólo lo demandado
Pedro Pons dice
Muy buena reflexión respecto del problema de la «hiperedición». Aunque a veces, los libreros, aun intentado realizar una selección de títulos, se ven colapsados por los servicios de novedades.
Los modelos de impresión bajo demanda son una solución perfecta de gestion de recursos y de stock. Creo que el modelo debe acabar de encajar con los modelos de distribución más clásicos, bien seguro que terminara imponiendose para la gestión del fondo y de buena parte de las novedades, hoy en día este camino ya esta muy avanzado.
Un saludo.
Arantxa Mellado dice
Muchas gracias, Pedro.
Efectivamente, la distribución 1×1 es el modelo que se impondrá en el mercado en un plazo más corto de lo que creemos.
En LiberExpress hemos creado un flujo de datos que nos permite recibir directamente en la imprenta los pedidos hechos en la librería. Es la forma más «limpia» de distribución: sin almacenaje, ni devoluciones, ni destrucción de libros sobrantes. Todo está a disposición del público y sólo se produce lo que se demanda.
Creo que los libreros se adaptarán pronto este modelo complementario de distribución y venta. De hecho, la pelota está en el campo de las editoriales, que han de tomar la decisión de poner una parte de su catálogo en 1×1.
Un saludo