Los costes de producción del libro impreso subieron en el último año y parece que van a seguir haciéndolo. Aumentó el precio de las materias primas: el papel, el cartón para las cubiertas y el plástico para plastificarlas, la cola y el hilo para encuadernar, e incluso las planchas para imprimir en offset. También subió el transporte a destino final (almacén y librería), normalmente asumido por el impresor, y va camino de triplicarse el precio de la electricidad que alimenta las imprentas.
Unos hablan de incrementos totales del 10%; otros, del 20%. La conclusión es que, en el último año, la fabricación de los libros impresos se ha encarecido mucho.
La mayoría de las imprentas, que habían estado aguantando la presión de ese encarecimiento, han llegado a su límite y están empezando a repercutir parte del aumento de los costes en las editoriales. Unas se lo han tomado con deportividad, entendiendo que hay que repartir el gasto; otras se han negado a asumir las alzas, y saltan de proveedor en proveedor buscando quien les mantenga unas tarifas más propias de la década de 2010 que de la coyuntura actual.
Y es que el precio de producción del libro impreso apenas ha cambiado desde 2008, cuando la crisis obligó a las imprentas a congelar los tarifas.
Desde mi punto de vista, esta curva casi plana en los costes de producción es la razón fundamental por la que el precio de los libros impresos se ha mantenido tan estable desde 2008.
Según los datos aportados por la FGEE, entre 2008 y 2019 la variación en el precio medio de los libros ha sido sólo de 76 céntimos de euro. En doce años, los libros han subido solamente el 5,4%. Es más, desde 2016 los precios de los libros han bajado un 5,1%, de 14,74 € (2016) a 14,02 € (2019).
¿Tiene sentido mantener el PVP del libro a la baja cuando los costes de impresión han subido una media del 15%?
En mi opinión, no. Si bien es cierto que el porcentaje de la impresión no suele superar el 10% del coste total de un libro, cada céntimo importa en la cuenta de resultados.
No se trata de repercutir el total del alza del coste en el PVP, pero no sería descabellado hablar de un 4%, unos 50 céntimos sobre los 14,02€ de 2020.
No encuentro otra solución para evitar un descalabro en los negocios de imprentas y editoriales, a no ser que el resto de la cadena de suministro del libro aceptara a asumir un porcentaje de ese aumento del coste. Pero no veo a distribuidores y a librerías por la labor de ceder ni un punto en sus descuentos. Así que me temo que, como siempre, tendrá que ser el consumidor final en quien se repercuta el aumento de precio.
La pregunta del millón es ¿cómo reaccionarían los lectores si los libros subieran una media de 50 céntimos?
Según los libreros a los que he preguntado, la mayoría ni se enteraría.
El debate está servido y es urgente mantenerlo.
Esta entrada fue publicada por primera vez en Actualidad Editorial el 14 de enero de 2022 con el título «¿Debe subir el precio de los libros impresos?»
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