Cuando Hachette Book Group se ve obligado a redactar y enviar un documento a sus principales autores y agentes, justificando la necesidad de su intermediación y exponiendo su catálogo de servicios a los autores, es que la autoedición ha dejado de ser una anécdota y se ha convertido en un competidor con el pelear por el mercado del libro.
El pasado diciembre un miembro de Hachette Book Group filtró dicho documento —que traduzco— a Digital Book World, que lo publicó en su blog.
La autoedición es un equívoco.
La edición requiere una compleja serie de compromisos, tanto entre bambalinas como de cara al público. La distribución digital (que es a lo que mucha gente se refiere cuando habla de autoedición) es sólo uno de los elementos necesarios para llevar un libro al mercado y ayudar al público a descubrirlo.
Como editores, Hachette Book Group ofrece un amplio abanico de servicios a los autores:
1. Selección: Encontramos y alimentamos el talento.
• Identificamos los autores y libros que van a destacar en el mercado. HBG descubre nuevas voces y separa las relevantes del resto.
• Actuamos como colaboradores en cuanto al contenido, centrándonos en alimentar el talento literario, fomentando relaciones enriquecedoras con los autores, aportándoles consejo editorial experto en los procesos de escritura, y gestionando una enorme variedad de temas en su nombre.
2. Inversión de capital riesgo: Invertimos en el proceso de escritura del autor
• En HBG invertimos en ideas. Mediante los adelantos, proporcionamos a los autores el tiempo y los recursos para investigar y escribir. Además, invertimos constantemete en infraestructura, herramienas y asociaciones, que hacen de HBG un gran socio editorial.
3. Especialidad en ventas y distribución: Aseguramos la mayor audiencia posible.
• Llevamos nuestros libros al lugar adecuado, en las cantidades adecuadas y en el tiempo adecuado (esto es válido tanto para los libros impresos comopara los digitales). Trabajamos con librerías y con socios distribuidores para asegurar que cada libro tiene la oportunidad de llegar a el mayor número posible de lectores.
• Aseguramos una amplia distribución y dominamos la compleja cadena de valor, tanto en formato físico como digital.
• Funcionamos como pioneros en un nuevo mercado, explorando y experimentando con nuevas ideas en cada área de nuestro negocio e invirtiendo en dichas nuevas ideas negocio (incluso cuando los beneficios no están garantizados, como en el caso de las aplicaciones y los libros enriquecidos).
• Actuamos como especialistas en precios y promociones (coordinando más de 250 ofertas de libros digitales mensuales, semanales y diarias en todas las cuentas).
4. Construcción de marca y defensa de los derechos de autor: Creamos marca para el autor y protegemos su propiedad intelectual:
• Los editores generamos y difundimos entusiasmo, buscando siempre nuevas maneras de hacer que nuestros autores y sus libros destaquen. Somos capaces de relacionar los libros con los lectores de una manera significativa.
• Ofrecemos conocimientos de marketing y publicidad, presentando el libro al mercado en la forma adecuada, y asegurando que la inteligencia, la creatividad y la visión para los negocios informen nuestra estrategia.
• Protegemos la propiedad intelectual de los autores a través de estrictas medidas contra la piratería y mediante controles territoriales.
La publicación de este documento despertó una amplia polémica entre partidarios y detractores, y una interesante respuesta de autores autoeditados, como la del super ventas J.A. Konrath, cuya respuesta a HBG fue la siguiente:
Los editores deben dejar de tratar de convencerse a sí mismos y a otros de su importancia, y empezar a ser importantes de verdad. He aquí cómo:
1. Ofreciendo mayores regalías a los autores.
2. Publicando los títulos con mayor rapidez. Pueden 18 meses entre que un libro se entrega y sale al mercado. Yo mismo puedo hacerlo en una semana.
3. Utilizando métodos de contabilidad actualizados que puedan ser controlados por el autor, y pagando las regalías mensualmente.
4. Bajando los precios de los libros digitales.
5. Deteniendo la lucha en vano contra la piratería.
6. Haciendo un marketing eficaz. Los anuncios y publicación del catálogo no son suficientes. Tampoco lo es que el sello editorial tenga una cuenta en Twitter.
Y esto es sólo el principio de lo que parece será una de las grandes cuestiones relativas a la transmutación de la industria editorial que ocuparán 2012.
Silvia Senz dice
Todo esto era tan previsible… Cuando un intermediario deja de aportar valor y servicios algunos, se prescinde de él en cuanto se puede.
Arantxa Mellado dice
A no ser que el intermediario se reconvierta y se adapte a las nuevas demandas de la nueva industria. Ése es el gran reto
Bernat Ruiz dice
Interesante respuesta. Y acertada,
Bernat
Steven dice
Decir que la autoedición es un equívoco es un equívoco.
Rafael g. bautista dice
Arantxa, cada vez mas me reafirmo en que la autoedición «bien hecha», no es no amenaza ni peligro, ni equívoco. Hay editores que están sabiendo actualizar sus servicios a los cambios que demandan los autores. Estos crecerán y sobrevivirán a los cambios. Lo enlazo desde mi blog por que es un perfecto resumen de lo que nos cuentan los autores.
Arantxa Mellado dice
Efectivamente, la edición y la autoedición pueden convivir sin problemas, pero también es cierto que, en este cambio de paradigma editorial, la posición del autor sale fortalecida.
Paula dice
Esto me ha llegado al alma:
• Llevamos nuestros libros al lugar adecuado, en las cantidades adecuadas y en el tiempo adecuado (esto es válido tanto para los libros impresos comopara los digitales). Trabajamos con librerías y con socios distribuidores para asegurar que cada libro tiene la oportunidad de llegar a el mayor número posible de lectores.
Tengo una librería especializada y me tengo que buscar la vida para encontrar las novedades: ni editoriales, ni distribuidores, ni mucho menos «comerciales» son capaces de mandar un simple email. De hecho, muchas veces son los propios autores quienes me contactan…de pena.
Arantxa Mellado dice
Ya conoces el dicho, Paula: «el infierno está lleno de buenas intenciones» 🙂
pincho dice
Lo de la autoedición es perfecto para los editores: nos libramos de tener que atender, por mera cortesía, a montones de friquis que ya pueden ver su ego satisfecho por autoeditar ridiculeces -que de otro modo nunca verían la luz, pues ningún editor arriesgaría su dinero y prestigio con ellas- únicamente en pantalla o imprimir tiraditas de unos pocos cientos de ejemplares en impresión digital (es decir, con mínima calidad de «tintas» -en puridad, ni son tintas-, formatos limitados, etc.) a un precio mucho más caro por ejemplar que una tirada en ófset. Ya pueden elegir tipografías sin otro criterio que el de su gusto estético (de interlineado, ni hablemos, que se quedarán con el que les dé el programa informático por defecto); dar el ancho de mancha que les apetezca sin atender al resultado estético y funcional (de ríos, calles, etc. ni hablemos); dar formato a un libro sin saber lo que es una imposición en plancha ni como se prevé que el lector lo lea (según su formato y función, cada libro se tomará de diferente modo, lo que afecta a legibilidad y lecturabilidad); empezar secciones en página par o impar, según les cuadre (bueno, en caso de que sepan los tipos de sección que su libro requiere); emplear siglados y anotaciones como mejor consideren; usar los signos de puntuación de manera incorrecta, como casi todo el mundo (¡un punto y coma! y eso… ¿para qué sirve?); cometer cualquier tropelía gramatical;¿ortografía? ¡adelante con los correctores informáticos!… Señores, para hacer un libro no basta con saber manejarse con un programa de maquetación: este es el último paso.
Luego, que intenten unas ventas decentes sin distribuidoras de por medio (por algo son los que se llevan el mayor porcentaje del p.v.p.). De paso, que así dinamiten el sistema de precio fijo del libro, verás qué bien para la cultura y esos libros de venta demorada pero imprescindible existencia. Después de los gastos de edición, distribución y logística, promoción, liquidaciones con el fisco, etc. igual se dan con un canto en los dientes por volver al mínimo del 10% sobre los beneficios con los que por ley un editor tiene que compensar sus derechos sobre la obra. ¿Liquidaciones mensuales? quizá eso le vendría muy bien al súper-ventas citado en el artículo (en realidad, un autor de novelitas de miedo del que nadie hablará cuando deje de ser rentablemente productivo), aunque siempre será una chorrada hacer doce veces en un año lo que se puede hacer sólo una, pero la mayoría de los autores verían ridícula una liquidación mensual de sus ventas, que no les daría ni para pipas.
En fin, podría seguir así durante horas, pero resumiendo: por favor, autoeditaros todo lo que podáis; no os lo penséis más. De este modo, la antigua profesión de los editores, que comparto, no ganará más que prestigio y su aval será el de la excelencia de sus productos. Y con ellos, los autores que de verdad sean dignos merecedores de tal calificativo y sus necesarias obras.
La ignorancia, ya se sabe, es atrevida.
Saludos.
Arantxa Mellado dice
Hacía tiempo que no oía hablar a un editor con tanta pasión, y lo echaba de menos. A pesar de todo lo que dices, cuya razón no voy a negar aunque podría matizar, guste o no guste la autoedición será uno de los nuevos competidores con los que tendrán que lidiar los editores.
pincho dice
Gracias por tu respuesta, Arantxa. Primeramente, te diría que ser editor y desapasionado son circunstancias incompatibles. Desde luego, no es lo mismo dirigir una compañía editorial, que es a lo que se limitan los gestores de los grandes grupos, como Hachette, que nos da pie a este debate, y limitarse a la gestión de una empresa que ser editor «de mesa» (valga el pareado), que, además de la gestión empresarial ha de hacer gestión cultural. Los primeros están descomprometidos con todo lo que no sea una cuenta de resultados; los segundos, los auténticos editores, siempre estarán esencialmente comprometidos con la cultura.
No coincido contigo en cuanto a la autoedición como competencia para los editores profesionales. Desde luego, sí lo serán para los grandes grupos, que priman la cantidad de producción sobre la calidad de contenidos, ya que sus grandes estructuras empresariales necesitan desarrollar una economía de escala que persigue únicamente el estímulo de un constante consumo masivo. Con la autoedición perderán muchas oportunidades de realizar constantes lanzamientos (olvidando el necesario libro de fondo) promocionados por masivas campañas publicitarias y el acopio de espacio en las librerías con ediciones intrascendentes. Pero la autoedición no podrá ser competencia frente al cuidado ritmo de producción de las editoriales pequeñas y medianas, su selectividad respecto a los contenidos, la atención al soporte adecuado (desde la tipografía al peso del volumen), el ajuste entre costes, calidad y precio de venta, el esmerado seguimiento del ciclo de sus productos, el trato con los autores, la relación con su público, etc. Se trata de una cuestión, precisamente, de competencia, y la competencia editorial no se adquiere tan fácilmente. Es un oficio con ya unos cuantos siglos de evolución y normas establecidas y probadamente funcionales. Yo tengo una cámara de fotos y disfruto intentando obtener con ella buenos resultados; pero eso, los materiales y la intención, no me convierten en fotógrafo.
Como dejé dicho arriba, la autoedición colmará suficientemente el ego de quien quiera autoconsiderarse escritor y obtendrá sus palmaditas en la espalda (que le saldrán por una pasta, dicho sea de paso) por parte de su círculo de próximos. A los editores (a los de verdad, esos a los que los otros les llaman «de mesa») les resultará un alivio de tiempo y desagradables explicaciones engorrosas.
Insisto: si creéis que diseñar un libro es tarea sencilla, matriculaos en un curso semanal de manejo de una aplicación de maquetación y autoeditaos; si os rechazan en una editorial, en dos, en tres… autoeditaos; si no os explicáis para qué hacen falta editores, impresores, distribuidores, libreros… autoeditaos; si dudáis, autoeditaos.
Si creéis que vosotros mismos o cualquiera puede, autoeditaos. Hacedlo, por favor. Será la manera de apoyar el mantenimiento de la necesidad de una edición profesional.
Creo que hasta ahora nadie ha entendido que soy un ameritado fotógrafo. ¡Voy a por la cámara! 😉
Saludos.
X dice
Creo que la autoedición ayudará a producir y publicar más escritos. Eliminará el casi monopolio que tienen los editores y enriquecerán el mercado. Finalmente, si el autor es bueno o malo, edita bien o mal, será el mercado libremente quien decida y no será el poder de decisión de una simple editorial.
Diego corradini dice
Muy interesante, varios temas surgen de esta discusión. Primero comparto que el trabajo de edición hace de un libro un producto (bueno, malo, regular…), pero no comparto que un escritor sea bueno o malo porque publica o no publica mediante una editorial, me parece absurdo pensar que el conocimiento que puede impartir una persona (ya sea mediante una novela, ciencia, ficción, etc.) solo pueda salir de una editorial…Sinceramente Pincho entiendo tu enojo y creo que ese enojo en parte te hace pegar de esa manera al autor, pero pensar que la industria editorial por tener cientos de años es algo que está bien, es algo que marca el futuro de la publicación, es lo que marca que está bien o mal en cuanto a un texto, es lo mismo que situarse en los años 70 y decir que las calculadoras o las computadoras son nocivas para el desarrollo del intelecto….Creo que el camino a seguir en los próximos años está aún en tinieblas, pero pensar que no va a cambiar es lo mismo que pensar hace 40 años que las computadoras no iban a cambiar al mundo….
pincho dice
Gracias por tu respuesta Diego. A mi vez, por alusiones, replico alguna de las aportaciones que haces a este debate. Por partes, como dirían Salomón o Jack «el Destripador».
Primeramente, aclarar que no me enoja este asunto. Acaso el estilo aseverativo que empleé pueda llevar a este parecer. Básicamente traté de ser irónico, sarcástico incluso, porque la verdad es que me tomo bastante de coña la actual moda de «edición sin editores». Como dejé escrito arriba, estoy seguro de que, tras el actual papanatismo sobre las magnitudes de la autoedición, el papel del editor no se verá más que reforzado.
Desde luego que ser editor bueno es SABER editar bien, para lo cual, a día de hoy, no es imprescindible una editorial, entendiendo ésta como una empresa profesional especializada en servicios y productos editoriales, ya que las herramientas necesarias para llevar a cabo esta tarea están al alcance del público general. Pero la principal herramienta no es ningún programa o conjunto de programas de edición, sino el conocimiento de lo que resulta óptimo para conseguir el fin pretendido: una buena edición como optimizada herramienta de comunicación. Ciertamente, la parte de producción de preimpresión ha sido aligerada por la informática, y para editar ya no se hace siempre necesario picar textos, fotocomposición y otras especializaciones profesionales que, para ser desarrolladas con pericia, necesitaban un largo aprendizaje y experiencia de años. Es decir: lo que hasta hace apenas veinte años debía de ser desarrollado por un grupo de operarios durante un plazo considerable y mediante un flujo de trabajo complejo hoy puede llevarlo a cabo un reducido número de personas, incluso una sola, en un plazo muy breve y con un cadena muy lineal de acciones necesarias, que ocasiona menor posibilidad de errores. Los primeros beneficiarios de esto han sido los editores, desde luego. Hoy en día las editoriales más ágiles son pequeñas empresas y microempresas, ya que lo anterior ha posibilitado que no sean necesarios grandes recursos financieros para mantener una actividad editorial profesional.
Pero la principal herramienta de la edición sigue siendo el conocimiento acumulado por quinientos años de experiencias, que dicta una serie de normas oportunas para conseguir un producto editorial digno. Abreviando: antes de ponerse delante de una pantalla a maquetar correctamente hay que aprender muchas cosas que no te va a dar hechas un programa informático; el criterio sigue siendo una facultad humana. Incluso hay que saber manejarse con sistemas de medidas propios de la edición -hay varios- que condicionan desde el formato del libro y los márgenes de página hasta las tipografías a emplear, los anchos de línea, los interlineados, la densidad de mancha, etc. todo absolutamente imbricado. También hay una serie de formalismos que no son meramente manierismos corporativos, sino funcionales: tipo de papel, secciones de un libro, partes del texto, etc. han venido siendo establecidos a través de esa experiencia secular persiguiendo en todo momento el mismo fin: la transmisión de conocimiento mediante texto e imágenes impresos. El libro, a este respecto, es una tecnología muy perfeccionada (por ejemplo: tienen hipervínculos, ahora tan de moda, desde su origen). Por supuesto -y aquí me opongo a tu opinión- la industria editorial ha llegado a unas altas cotas de perfeccionamiento precisamente por su dilatada experiencia (como todo en esta vida: Ars longa, vita brevis).
Lo que sí ocurre es que las cosas bien hechas transmiten su armonía, pero no dejan entrever todo lo que ha sido necesario para conseguirla. Me explico: ves el Partenón y estimula tu sensibilidad, pero no se te avienen todos los cálculos matemáticos y ópticos que Fidias tuvo que realizar para erigirlo así; del mismo modo, cuando un lees un libro sin esfuerzo y encuentras fácil y cómodamente lo que en él buscas, créeme que no es, en absoluto, un producto del azar. Hay un decir común en el mundo de la edición: si no se nota el diseño, está bien diseñado.
Como dices, el conocimiento que una persona pueda impartir, o compartir, sólo puede partir de sí misma. El modo ideal de que éste llegue al público depende, como cualquier tipo de comunicación, de un canal y un soporte; si estos son textuales e impresos, créeme que hacerlo bien es algo más que mezclar pulpa de papel con pigmentos. Alguien dice por ahí arriba que el editor no aporta valor ni servicios; sinceramente, pienso que esa persona no se ha relacionado profesionalmente con un editor en su vida.
No sé si se habrá colado una confusa errata en tu texto. En cualquier caso, el editor no le pega al autor: le paga. Y la relación entre estos dos agentes -hay muchos más- fundamentales en el ciclo del libro es de diálogo constante y mutua colaboración persiguiendo el mismo fin. De ahí que resulte bastante común que sean relaciones cimentadas en duraderas fidelidades que alcanzan a menudo el grado de la amistad.
Lo de las calculadoras y computadoras de los años 70 que apuntas al final no entiendo bien a qué viene aquí. De cualquier modo, no conozco a ningún editor que haya afirmado que la informática, o cualquier otra novedad tecnológica, le resultara desagradable. Como demuestra la historia de la edición, ésta siempre se ha caracterizado por implementar prontamente los desarrollos tecnológicos últimos de cada época. De hecho, tras el puro cálculo matemático, uno de los ámbitos que más han estimulado el desarrollo de la informática ha sido, precisamente, el de las artes gráficas (tras los centros de investigación científica, los primeros lugares en los que vi computadoras a principios de los años 80, siendo yo un chaval que colaboraba en la revista de su instituto, fueron editoriales e imprentas). Eso que la gente llama herramientas de autoedición no son más que la versión simplificada, popular, de complejos programas que han supuesto grandes retos en el desarrollo de la informática tal como la conocemos como usuarios y que donde primeramente se han implantado es en las artes de representación gráfica. Podríamos empezar este relato, que no viene a cuento ahora, por el desarrollo en los 70 del Post Script.
Tan simplificadas acaban siendo estas heramientas para su uso generalizado, que llegamos a esta página, en la que resulta imposible autoeditarse bien. Personalmente, echo en falta los guiones largos y las comillas españolas, tan imprescindibles como olvidadas en nuestros actuales teclados (y a quien no le haya pasado algo parecido, me temo que le faltarían un par de vueltas para autoeditarse bien). Sin ánimo ninguno de ofender, anoto, por ejemplo, que veo en algunos escritos de aquí arriba defensores a ultranza de la autoedición con un desconocimiento absoluto ya no de reglas gramaticales, sino de mera ortotipografía (ya se sabe, por ejemplo, que actualmente cuando alguien necesita expresarse con un signo de puntuación pero no sabe cual utilizar, clava tres puntos… o cuatro, o…). Pues nada, nada: a autoeditarse todo el mundo.
Normalmente, cuando alguien versado en edición ve trabajo de autoedición amateur, sólo con ponerle los ojos encima, percibe más incorrecciones que aciertos ¿qué le vamos a hacer…?. Yo, como ya dije, hago unas fotos que considero maravillosas… hasta que solicito la opinión de algún amigo fotógrafo profesional 😛
Lamento que me salgan unos escritos tan largos, pero ya veo que hay quien los lee. Termino con algunas cuestiones, a ver si se continúa propiciando este hilo.
Me gustaría saber q qué llamáis exactamente «autoedición», que no lo tengo nada claro: ¿a escribir con un procesador de textos? ¿a maquetarlos con un programa profesional? ¿a artefinalizar un trabajo de preimpresión y llevarlo a una imprenta o colgarlo en internet?. A veces no tengo claro que todos los que defendéis la autoedición tengáis un concepto uniforme de la misma; a veces dudo de si algunos realmente os habéis hecho una idea formada de lo que realmente implicaría este término (modernamente atractivo, eso sí, porque empieza por -auto y estamos, ya se sabe, en una época de individualismo).
Y otra cuestión, por si además de haber aguantado la lectura hasta aquí, alguien, sumum de amabilidad, puede aclararme en que se basa esa también iterada afirmación de que la autoedición «refuerza el papel del autor», que le doy vueltas y tampoco me la acabo de explicar por ningún lado (en cambio, se puede observar que el modo en que más habitualmente un autor se refuerza es por medio, precisamente, de sus editores).
Saludos.
pincho dice
Por cierto, veo que quedan horribles estos «post», sin sangrías ni blancos entre párrafos, tan complementarios. Así no hay quien se autoedite 🙂
jAVIER dice
Yo apuesto por la AUTOEDICIÓN. Creo que las empresas editoras se tienen que transformar para adaptarse a los nuevos requerimientos de la sociedad. Deben perder protagonismo para otorgárselo a los autores. Hoy sabemos que todo el mundo, absolutamente todo el mundo, es importante; y todo el mundo tiene algo que contar. EL PÚBLICO ES QUIÉN DECIDE SI UNA OBRA LITERARIA ES BUENA O NO.
jose Julian dice
ESTOY DE ACUERDO CON LA AUTORA. ESTAMOS EN LA ERA DIGITAL, CON MUCHO PESAR PARA LOS EDITORES QUE PIENSAN MAS EN EL BOLSILLO QUE EN EL ARTE LITERARIO. Y CON MUCHO PESAR PARA LAS VACAS SEGRADAS.CUANDO LAS PUERTAS ESTAN CERRADAS,POR SUERTE SE ABREN OTRAS. LE DEJO ALGO DE MUCHO INTERES.
el escritor amazon.
Becky dice
Saludos, me encantó la respuesta. Acertada, fuerte, real y llena de la pasión de alguien que se toma en serio el editar, lo que consideran algunos arcaico yo lo creo un arte.
Conxa dice
He leído todos los comentarios , he escrito mi primer libro con sesenta años, mis dudas han quedado resueltas.La auto edición , me sugiere un mundo de franquicias, tal como vas por una ciudad, y acabas por no distinguir (por su uniformidad) en que país te encuentras, dónde antes existía un café de tertulias, con decoraciones que te situaban en una época, ahora se ha transformado en una taberna ficticia emulando a una cantina del oeste americano.
La figura del editor es importante porque contiene alma y sabiduría, que no tiene que estar reñida con la tecnología y los avances en este campo.
Yo he presentado mi escrito a varias editoriales de auto edición, y cual ha sido mi sorpresa al ver que me han felicitado por mi libro, engrosando mi ego con la titulación de «Autora», en un espacio de tiempo de cuatro horas, por lo que mi libro ni lo han ojeado, lo han volcado y me han dado precios, y número de páginas.
Me encantaría tener un editor o editora para intercambiar opiniones, y que me corrija el estilo(si hace falta) e instruirme para que ese libro tenga una calidad.
Disfruté escribiendo, en este mundo de prisas, y de postureo, prefiero una buena critica y la verdad, a colgarme una etiqueta de «Autora» globalizada.
Me ha servido de mucho el leer este hilo, y me ha situado en la realidad el editor, que por cierto se expresa con claridad y humor.