En un mundo analógico, la responsabilidad de la venta de los libros es compartida entre editor, distribuidor y librero. Cada uno puede desempeñar su rol con independencia de cómo se desempeñen los demás: el editor publica los títulos que selecciona, y los envía –con la información de producto, de contenido y de comercio– al distribuidor, que los coloca en las librerías, junto con la información de contenido y comercio. Esta información, generada casi en su totalidad por el editor (los metadatos del libro), es importante para que el libro llegue a los lectores, pero no es indispensable: sin ella, al distribuidor y al librero les resultará más difícil su tarea, pero podrán llevarla a cabo. ¿Cómo? Sencillamente, porque casi todos los metadatos están comprendidos en el ejemplar físico del título impreso. Título, autor (y otros contribuidores de la obra), editorial, género, formato, ISBN, número de páginas, texto de contracubierta, precio, imagen de cubierta… Simplemente con examinar un ejemplar del libro, el librero puede saber cómo clasificarlo y venderlo.
Pero en el entorno digital, este equilibrio se altera. El distribuidor y el librero ya no pueden operar sin información/metadatos. Sin metadatos es casi imposible para ellos distribuir y vender. Y con unos metadatos pobres, la tarea sólo mejora un poco, pasando de imposible a improbable.
En el entorno digital, en el ecommerce, aumenta la responsabilidad de los editores en la venta de libros, pues ellos son los creadores y gestores de los metadatos del libro. Si los editores no proporcionan la información completa y correcta (los metadatos) a los distribuidores y libreros, estos no podrán mostrar los libros correctamente en sus páginas web, ni recomendarlos, y los distribuidores no podrán hacer los envíos correctos a los libreros. De nada servirá que el librero disponga de una página web perfectamente diseñada para mostrar, recomendar, promocionar y vender libros: si el editor no le proporciona los metadatos apropiados, el librero no podrá desempeñar su trabajo de forma eficiente.
Así pues, en un entorno web, en el que se venden tanto libros impresos como ebooks, todo depende de que el editor cree, mantenga y transmita a sus socios comerciales metadatos completos, actualizados, coherentes y correctos de los libros. Las librerías on line no reciben cajas libros impresos ni paquetes de archivos digitales que se puedan manipular para obtener información; reciben fichas de libros compuestas por metadatos que se convierten en información para mostrar sobre los libros en sus páginas web. En las ventas en Internet, el librero no puede recurrir a los datos que aporta el ejemplar físico del libro para mostrarlo en el lugar correcto, porque no dispone de él.
Todas las compras en Internet se hacen a partir de datos de producto y de uso (talla, tamaño, medidas, color, fabricante, composición, potencia, consumo, etc.) y de imágenes de dicho producto (por ejemplo, fotografías de un jersey o una lavadora). En el caso de los libros, los datos de producto son, entre otros, título, autor, resumen, reseñas, comentarios, editorial, formato, etc., y las imágenes incluyen, además de la cubierta y la contracubierta, la visualización de las páginas del libro. Y esos datos los genera el editor desde el momento en que compra los derechos del libro. Si el librero no dispone de esos metadatos para alimentar su web de venta, no podrá mostrar el libro, y por tanto no podrá venderlo
Cuantos más datos del libro aporte el editor más visible será éste en la página web del librero, y por tanto más posibilidades tendrá de ser visto, encontrado, recomendado, promocionado y comprado por los lectores.
Otro asunto es el uso que los libreros hagan de esos metadatos: cuánta información de la enviada por los editores muestren en su página web y en qué forma. Pero eso es algo a tratar en otra ocasión.
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