«Acércate, no tengas miedo, leer tiene premio».
Con este mensaje se invita al navegante a detenerse en esta página de fomento (¿?) de la lectura ?www.leertienepremio.com/?, auspiciada por Cedro, la Federación de Gremios de Editores de España, SOL (Servicio de Orientación a la lectura) y Plan de Fomento de la lectura.
No entiendo nada, pero la curiosidad me puede. Pico y entro en el juego, porque la cosa va de jugar, al modo gincana.
El primer juego me da opción a ganar una alfombra para el ratón. Son cinco preguntillas sobre autores y libros de nivel de bachillerato. Prueba superada. Relleno un formulario y entro en el sorteo.
La pantalla queda en blanco. Supongo que hay más juegos, porque me han prometido que si llego al final entro en el sorteo de un viaje a Londres. Suerte que recuerdo la url de la web y puedo volver a empezar.
Repito el proceso y entro en la segunda prueba. Con ésta puedo ganar una cámara fotográfica. Sorpresa, no más preguntas, hay que encontrar el logo de Cedro dentro de unas fotos horribles de ¿pescadores? ¿piratas? A saber. A lo mejor se trata de imágenes literarias y no me enterado. También supero la prueba. He de volver a rellenar otra vez el formulario para poder optar al sorteo. ¿Es que esta gente no oyó hablar de las cookies?
Vuelve aparecer la pantalla en blanco. De nuevo accedo al concurso a través de la url. La verdad es que fácil no lo ponen. Como anteriormente, repito todo el proceso para llegar a la tercera prueba. Esta vez me prometen un ordenador portátil. Supongo que me harán preguntas de nivel, que querrán premiar que soy rata de biblioteca.
Pues no, se trata de completar el juego de los errores ¡en tres pantallas! Y cuando me equivoco en la tercera pantalla, me mandan de nuevo a la primera. Así cuatro veces. Desesperante.
Como ya tengo ordenador, paso de la prueba y me voy directamente a la cuarta. Ahora ya estoy segura de que no me van a premiar por leer, sino por las habilidades que adquirí jugando a los marcianitos. Dos acentos desaparecidos en la explicaciones me hacen sospechar que quizá se trata de una broma pesada de los de Cedro y me dejan claro que la ortografía no tiene premio. Pero Londres bien vale cinco minutos.
Soy un naufrago, y he de machacar a remazos a siete tiburones. Los golpeo sin problemas en menos de un minuto. Luego llego a una isla desierta, reparo un satélite estrellado (un puzzle de cuatro piezas nivel preescolar), le doy a botón rojo y aparece un helicóptero. Agarrar la cuerda que me tiende me cuesta un poco más, pero al final lo logro.
Fin del juego. Si quiero entrar en el sorteo tendré que volver a registrarme (¡esas cookies!).
Conclusión: me escuecen los ojos, no creo haber ganado ningún premio y se me han quitado las ganas de leer.
Catorc3 dice
Acaba de enamorarme la etiqueta de Categoría «Cosas incomprensibles». Voy a ver qué se cuece ahí dentro; si no encuentro gran cosa, estoy seguro de que se irá llenando con el tiempo. Si yo hubiera tenido que etiquetar esta noticia, igual hubiera creado una nueva categoría:
«Estupor»
Aurora dice
«Estupor y temblores» es lo que produce pensar que se quiera promocionar la lectura de esta manera.
Es como hacer una campaña contra la obesidad infantil premiando con hamburguesas
Que detrás del despropósito esté el Ministerio de Cultura clama al cielo, pero que además lleve el sello de la Federación de gremios de editores de España me pone la piel de gallina.
Catorc3 dice
No sé, yo últimamente empiezo a pensar que antes tampoco es que la gente leyera gran cosa, de modo que a los gobernantes les importa un huevo de pato el fomento de la lectura. Además, piensan (imagino) que de eso tendrían que encargarse exclusivamente los editores, porque, al fin y al cabo, ¿existe una industria o no? ¿Y quién obtiene beneficios de la lectura?
Vale, los editores y las distribuidoras (esto me recuerda a un gag de Monty Python).
Ningún gobierno acierta con estas medidas. Es como tener que dedicar una partida de dinero a algo que no va a generar ningún tipo de beneficios, aparte de que nadie te dé la vara por no hacer algo para impedir que la población se convierta en una pandilla de lerdos.
Pero ¿no tiene la población una parte de responsabilidad? ¿Hace falta ponerle a alguien una pistola en la cabeza para que lea, o premiarle con una piruleta como si fuera un mono? ¿Hasta qué punto el Gobierno tiene que suplir las carencias de la gente?
Pero siguen insistiendo con las magníficas lecturas de instituto que hicieron que a más de uno se le atragantara la lectura. No hace falta mucho sentido común para entender que en cuanto Dumas y Verne publicaron lo suyo, por mencionar un par de ejemplos, Calixto, Melibea, el Lazarillo y el Yeti no tenían gran cosa que hacer. Y ahora, por supuesto, Verne y Dumas tampoco tienen hueco en la era de la Playstation.