A raíz del intento de atentado que se produjo anteayer en un avión que hacía la ruta Amsterdam-Nueva York, las aerolíneas y los aeropuertos han comunicado su intención de reforzar las medidas de seguridad desde hoy mismo. Si ya era duro tomar una avión, a partir de ahora será una prueba a la paciencia y el autocontrol: interminables colas de gente descalza, cinturón en mano, mostrando al mundo sus hábitos higiénicos en bolsitas transparentes que deberán mantener a la vista del personal; revisión exhaustiva del equipaje; limitación del número de bolsas de mano y, sobre todo, mayor limitación de los objetos aptos para subir a bordo (cosméticos, aparatos eléctricos, pcs, utensilios de manicura, botellines de agua…).
¿Qué pasará con los e-readers? ¿Serán considerados objetos con alto potencial terrorista? ¿Permitirán que los subamos al avión? Y si van equipados con wi-fi, ¿no dejarán conectarlos? ¿Y si no llevan wi-fi? ¿Habrá que apagarlos una hora antes del aterrizaje?
Parece ser que la opción libro en papel tiene muchas probabilidades de convertirse en la única viable para viajar en avión. Aunque también cabe la posibilidad de que los volúmenes de más de 500 páginas sean considerados armas arrojadizas, y prohibidos. Imagínense el daño que podría causar Guerra y paz arrojado con fuerza sobre la cabeza de un piloto. Puro peligro.
Si la lectura de libros a bordo de un avión deviene imposible, ¿ha llegado la época dorada de las revistas de compañía aérea? Más nos valdrá tomarnos un somnífero.
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Wellington Saraiva dice
De paranoia em paranoia, rumo ao inferno na própria Terra
Veronica Juárez dice
Mmmmm!!! no se, ya han sido considerados suficientemente peligrosos en otras épocas, si no, recordemos tanta censura y quema de libros.
Saludos