Una de las cosas que más me llamó la atención en el pasado Mobile World Congress fue la proliferación de nuevos ereaders. No había marca que no tuviera uno, incluso Fujitsu —conocida por sus silenciosos aires acondicionados— mostraba un novedoso dispositivo de lectura para leer en el agua. Sony, Samsung, HTC, Fujitsu, Nokia… todos incluían una aplicación de lectura y una librería, aunque fuera como proyecto futuro.
La penúltima empresa en lanzar una aplicación de lectura (porque seguro que mientras escribo esta líneas ya ha salido otra nueva) ha sido Nokia, que anuncia Nokia Reading, la reading app y librería para su teléfono inteligente con pantalla táctil, el Lumia.
La aplicación sólo estará disponible en Europa (de momento en Francia, Alemania, Italia, Rusia, España y Reino Unido) y, como es natural, se podrá bajar gratuitamente desde el Marketplace de aplicaciones de Nokia. En cuanto a prestaciones, las mismas que las existentes en otras marcas: ajuste del tamaño de la fuente, cambio del color de fondo, a juste del brillo, etc.
Nokia Reading también es librería —porque parece que no pueda desligarse la aplicación de la librería ni la librería de la aplicación— y según leo estará provista de contenidos por OverDrive, lo que garantiza un mínimo indispensable de títulos, también en español (recordemos que, en España, OverDrive ha llegado a un acuerdo con Libranda)
Según el blog de Nokia
Así como los libros digitales se están convirtiendo en parte del paisaje en países como EEUU y Reino Unido, aún están en sus principios —o son inasequibles— en muchas partes del mundo. Y ahí es donde reside la fuerza de Nokia: contenido en la lengua local de lectura.
En efecto, en tener contenidos en lengua local es donde reside la fuerza de Nokia… y la de Amazon, y la de Barnes&Noble, y próximamente la de Sony, y también la de las librerías locales que, como Casa del Libro, disponen de ereader, tienda y aplicación de lectura.
Y ahí también es donde reside la debilidad de todas estas plataformas en los países con una industria editorial digital poco consolidada: la escasez de contenidos en la lengua local.
La oferta de dispositivos de lectura es imprescindible para el desarrollo de un mercado digital en la industria del libro, hasta el punto de que ésta no despega hasta que la demanda de ereaders se ve satisfecha a un precio asequible y con unas condiciones mínimas de usabilidad y acceso a compra.
Pero de nada sirven un buen parque de dispositivos y una demanda tecnológica satisfecha sin contenidos para nutrir las expectativas de los lectores. Y lo que los lectores quieren no son miles de títulos libres de derechos a coste 0 (el eterno y desfasado reclamo de los fabricantes y desarrolladores), lo que los lectores quieren son novedades, bestsellers y el mismo catálogo que encuentran en las librerías de libros impresos.
Mientras no haya una buena oferta de libros digitales en el idioma local el despegue de los mercados digitales será lento. Sin dispositivos de lectura no hay mercado; sin contenidos para leer en ellos, tampoco… pero al menos es un comienzo.
Mientras no haya contenidos, seguiremos descargándolos y como descargamos, nos acusarán de perjudicar la industria y de frenar la aparición de contenidos. Es la pescadilla que se muerde la cola y la criminalización del usuario/cliente final. ¿No han aprendido nada de lo ocurrido con la música? En fin.
De acuerdo, Ruth, pero cuando haya contenidos legales ¿los pagarás o seguirás descargándotelos gratuitamente?
No tiene nada que ver con el caso de la música, donde lo que prima es la audición, algo intangible; por lo tanto, no importa tanto el soporte como la tecnología de grabación y almacenamiento. La digitalización de audio ofrece unas ventajas en cuanto a fidelidad de sonido y comodidad de soporte que no tiene parangón en el ámbito de los libros, donde la digitalización ya lleva muchos años ofreciendo ventajas para su producción, pero como soporte únicamente ofrece la facilidad de almacenaje de datos digitales (siempre que se pueda acceder a ellos, claro… esa es otra cuestión: fuente de alimentación energética, obsolescencia de los formatos, etc.).
El lector busca ante todo una experiencia trascendente (en el sentido de que la lectura lo lleva más allá de sí) a través de la información escrita y, como soportes, los digitales resultan sencillamente incómodos, con el consiguiente empobrecimiento de tal experiencia.
Nunca se editarán los mismos contenidos en digital que en soporte físico. Al que se conforme con revistas (que son un consumo esencialmente transitorio), best-sellers (también transitorios y cuyo interés para los editores es solamente económico), etc. le llegará con lo que le puedan ofrecer los lectores electrónicos; al resto, no.
Eso sucede porque, en realidad, lo del libro-e ha sido sólo una invención inflada de aire por los fabricantes de hardware y software para extender su negocio a lo editorial, campo que desconocían y que pensaron que podrían dominar igual que habían hecho ya en tantos otros, a golpe de intoxicación informativa (la muerte del libro tradicional, la falsa libertad de la autoedición, la edición sin editores, bla bla bla…) y millones de dólares. Se encontraron con que en los productos editoriales el contenido es más importante que el soporte, que, de todos modos, ya estaba muy optimizado, ofreciendo una experiencia de calidad a la que la oferta digital apenas puede emular.