El pasado sábado en la mañana fui a visitar el Salón Internacional del Cómic de Barcelona, que se celebró entre el 17 y el 20 de abril en la Fira de Barcelona.
Al llegar a Plaça Espanya me sorprendió encontrarme con el gentío que había en los alrededores del palacio número 8 de la Fira. Eran las 11.30 de la mañana y no esperaba que hubiera tanta gente que después de haber cumplido sus obligaciones de la semana estuviera dispuesta a salirse temprano de la cama para asistir a un evento de esta naturaleza. La extensión de la fila que había para comprar las entradas para el salón me hizo reparar en la magnitud de mi error.
Caminé varias calles en busca de un cajero de La Caixa para comprar mi entrada pero cuando lo encontré me vi obligado a volver con las manos vacías. “Qué más da”, pensé con resignación. “Seguro que mientras hago la fila veré más de una cosa interesante”. Esta vez no me equivoqué: antes mis ojos desfilaron como si nada decenas de chicos góticos, de jóvenes disfrazados de héroes de manga y de jugadores de juegos de rol que vestían el atuendo de su personaje. Me llamó particularmente la atención una adolescente que parecía estar cocinándose viva dentro de su felpudo disfraz de Hello Kitty.
Abrumado por la multitud y el bullicio, al entrar al salón me quedé plantado durante un momento en el mismo lugar sin saber a dónde ir. Instintivamente me dirigí hacia una fila y me di cuenta de que a cambio de presentar tu entrada te regalaban un cómic. Por pura curiosidad esperé a que llegara mi turno y mientras lo hacía leí un aviso que me sacó una sonrisa y me despertó una cierta ansiedad: “El que toca, toca. Los cómics de regalo no se pueden elegir”.
Antes de llegar al mostrador alcancé a echarle un vistazo a los cómics que ofrecían. Emocionado, me pregunté cuáles me tocarían y cuáles serían los designios que regirían mi suerte.
—Hola, ¿quieres cómics para adultos? —me preguntó mirándome a los ojos una de las encargadas de repartir los cómics cuando el chico que estaba delante de mí se fue.
—Vale —le respondí, sintiendo una mezcla de desconcierto, decepción y alivio mientras me entregaba cuatro volúmenes delgados: Penny Century, de Jaime Hernández, y Un mundo extraño, Killers y Mickey Mickey, de Mezzo y Pirus.
Desde donde quiera que estuviera se veían los imponentes stands de los grandes sellos: Ediciones Glénat, Norma editorial, Planeta de Agostini cómics y Panini. Muy cerca del centro había un gran espacio dedicado a la conmemoración de los cincuenta años de Mortadelo y Filemón. Caminando por donde me llevaba la multitud me encontré con los stands de otros sellos como Astiberri, Sins Entido, La cúpula, Ediciones B y Reservoir Books.
Apenas empecé a recorrer el recinto me crucé con dos chicas de no más de quince años que iban disfrazadas de hadas y que llevaban un aviso que decía: “Cambio abrazos X MSN”. Desconcertado, lo primero que pensé fue que seguramente se trataba de un par de adolescentes con problemas para relacionarse o con precoces tendencias new age. Sin embargo, como durante la próxima media hora la escena se repetiría una y otra vez con niñas con facha futurista, gótica o de heroínas de manga empecé a sospechar que el hecho de que no entendiera lo que estaba pasando alrededor mío es un claro indicio de que estoy empezando a hacerme mayor.
Preguntando me enteré de los nombres de los autores cuyas firmas de libros provocaban largas filas delante de los distintos stands: Paco Roca, Fidel Martínez, Jorge García, Frederik Peeters, Jasón, Sergio Cordóba, Pepo Pérez, Miguel Gallardo, Ángel de la Calle, Victor Santos, Juan Pedro Quilón, José Blanco, Sam García, Luis Bustos, Cels Piñol, Alfonso Font, Jesús Sáiz, Victoria Francés, David Ramírez, Pasqual Ferry, Carlos Pacheco, Pura Campos & Portela, Carlos Giménez, Tha, Yslaire, Hernán Rodriguez, D. Ramírez, Jaime Martín, C. Beberian, Roman Dirge, V. Giardino, Chris Ortega, Mathieu Bonhomme, Tripp, A. Azpiri, Juan Giménez, A. Barbucci, Barbara Canepa, Melanie Delon, EcceHomo, M. Sauri y Pérez Navarro, Miguelanxo Prado, Karles Sellés, Carlos Lamani, Lydia Sánchez, José Oliver y Bart Torres.
Cuando decidí irme llegué a la conclusión de que una mirada rápida al público y al material que se exhibía en los distintos stands confirma mi impresión inicial de que el mundo del cómic es amplio, variopinto y fascinante: es manga, súper héroes, caricatura, terror, animales que hablan, novela gráfica y muchas cosas más.
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