Ser traduït o no ser («ser traducido o no ser») es un informe que analiza las políticas de traducción len el contexto internacional, gestionado y publicado en septiembre de 2007 por el Institut Ramon Llull, con la colaboraciób del Club Pen.
Encargado con motivo de la presencia catalana en la Feria de Frankfurt, el informe va más allá de la situación de la traducción en Catañuña, y profundiza, entre otros, en la hegemonía del inglés «como especie invasiva», la aceptación de la literatura traducida en Europa y América y el estado de la traducción literaria en seis países. Sin embargo, sufre el mal endémico de los estudios hechos en Cataluña: procura hablar lo mínimo de la situación en el resto de España, sólo se refiere a lo inevitable, por lo que el informe queda cojo.
Nos ha llamado la atención cómo cambia la percepción de la figura del traductor según los países. Traducimos y resumimos los párrafos más significativos.
Países Bajos:
«La traducción literaia no se considera ni un arte ni un trabajo, sino una competencia altamente valorada y una profesión. Muchos traductores literarios pueden vivir de su trabajo, a pesar de que los ingresos no son elevados […] El trabajo del traductor liteario no siempre es comentado en las reseñas de ficción traducida, a no ser que sea con connotaciones negativas.»
«Existen ayudas a los traductores que traducen obras literarias al holandés: pueden solicitar subvenciones para la traducción y los viajes. La cantidad media de las subvenciones a la traducción es de unos 2500 euros por cada 30.000 palabras, en función de la calidad de la traducción y la calidad de la obra original. Las subvenciones completan la tarifa que paga el editor, que es la estándar de 0,059 euros por palabra.
En cuanto al perfil del traductor, en los años 60 y 70, era habitual que las traducciones literarias las firmasen escritores de renombre; actualmente, esta situación ha cambiado de forma drástica, aunque menos en el campo de la poesía.
Argentina:
A pesar de que «Argentina cuenta con una lista importante de autores que en algún momento de su carrera se han dedicado a la traducción» (Borges, Victoria Ocampo, César Aira, Marcelo Cohen, Esther Crosss, etc.) y que «está claro que nadie considera la traducción una actividad mecánica […], los traductores cumplen al pie de la letra la misión de volverse invisibles, de no existir y de no estorbar. Rara vez son mencionados en los títulos de crédito (nunca en la cubierta), y hay pocas reseñas bibliográficas en las que, como mínimo, se haga constar su nombre. Y ni hablar de que los críticos incluyan en los textos una evaluación o comentario sobre la calidad de la traducción.
La situación se agrava si se analizan las condiciones de trabajo. En general, los traductores están muy mal remunerados, no firman contratos con sus editores y, de hacerlo, han de aceptar condiciones tan duras como la cesión de sus derechos de autor. […]
En Argentina no existe un gremio o una asociación que puedab luchar por estos derechos, lo que hace difícil que esta situación cambie en los próximos años.»
Cataluña (y, por extensión, España):
«Conviven dos maneras de ejercer de traductor. Algunas traducciones son consideradas mecánicas, y otras son equiparadas al trabajo creativo y contempladas como tal por el público en general. Tradicionalmente, Cataluña ha contado con buenos traductores literarios, mayoritariamente escritores y profesores universitarios.» (Y España también.)
«Desde los años 1980-1990, con la aparición de los estudios universitarios de traducción, muchos licenciados con formación teórica se han incorporado al mundo de la traducción. La traducción se ha ido profesionalizando, y eso ha implicado una normalización en este campo, aunque aún no existe un colegio profesional de traductores, y las pocas asociaciones existentes todavía no están muy consolidadas. Con la aparición de la Ley de Propiedad Intelectual de 1987, los derechos del traductor quedan fijados, y las editoriales acostumbran a respetar, con más o menos rigurosidad, los contratos que establecen con los traductores.
Normalmente, el traductor aparece en los títulos de crédito y, en el caso de autores reconocidos, también pueden aparecer en la cubierta. Las reseñas de los medios de comunicación suelen mencionar las traducciones, sobre todo si se trata de una obra canónica de la literatura universal o si el autor es conocido. A menudo, estas reseñas nombran, en la ficha adjunta del libro, el nombre del traductor, pero se hacen escaso eco de la calidad de la traducción. Esta situación se entiende por los traductores como un rasgo del poco reconocimiento hacia su labor.»
Catorc3 dice
Espero impaciente la siguiente entrega de este magnífico serial.