Con la desaparición de Jaume Vallcorba la edición española ha perdido a un grandísimo editor, a uno de los mejores.
Sabía que estaba enfermo, muy enfermo, pero aun así su muerte me impactó y me conmovió de forma inesperada. Anduve buscando la grabación de una larguísima entrevista (¡dos horas!) que mantuvimos en 2011 con motivo de la redacción de un informe sobre la digitalización en Cataluña, pero la nube a veces juega malas pasadas y el archivo está en paradero desconocido. Tenía intención de publicarla como homenaje póstumo.
Hace unos días un amigo me envió este texto. Lo escribe Lluís Salvador en su blog Lecturas Errantes y expresa perfectamente lo que me hubiera gustado decir sobre Jaume Vallcorba.
No se trata de recordar las conversaciones que mantuve con él (de una altura intelectual, porque él siempre era un intelectual, hasta en lo lúdico, intensísimas), ni de elogiar la obra hecha, que de eso ya se han encargado otros, y todos los que le conocieron tienen su momento memorable con Jaume Vallcorba.
Se trata de que, tal vez en la inmediata conmoción de su desaparición, todavía no se ha instalado la desolación de lo que nos depara el futuro sin él.
Porque, hay que repetirlo, Vallcorba era un editor único. No sé cuánto de su sueldo como catedrático metió en sus editoriales para mantener vivo, contra viento y marea, su catálogo. Sé lo que le importaban las ventas, pero no tanto por la ganancia económica como por la satisfacción de haber dado a conocer a un autor u obra. Me repitió una y otra vez que él editaba lo que le gustaba, y hay que agradecerle que le gustaran tantas cosas y que su vida hubiera sido tan intensa como para conocer y apreciar no sólo lo fundamental sino lo que por lo general pasa desapercibido en el mundo de la cultura. Pocos editores podían presumir de haber entrado, con clase y criterio, en tantas literaturas foráneas de las que apenas nada se sabía aquí y nada significaban para los «prescriptores» culturales. Pocos recuperaron tantas obras olvidadas. Pocos se empeñaron con tanta intensidad en la renovación de la literatura catalana.
La pregunta es: ¿Cómo será el futuro sin él?
Y la respuesta, me temo, es pesimista. Se ha destacado que Vallcorba había logrado lo que pocos editores consiguen, a saber: que si no sabías qué leer, podías siempre tomar un libro de Quaderns Crema o de Acantilado, el que fuera, y, más allá de que gustara o no, reconocer que ese libro tenía un valor. Lo que pasa es que en el noventa por ciento de los casos, además, gustaba lo leído.
¿Existe el editor independiente que seguirá los pasos de Vallcorba? ¿Que será insobornable en sus gustos, que se empeñará hasta las cejas por publicar; sobre todo, que mantendrá en el mercado lo publicado?
Me temo que no. Ya no se trata tan sólo de encontrar a alguien tan culto, tan conocedor de la cultura en todas sus facetas, con tan buen gusto y que sepa editar tan bien, cosa que es improbable, aunque posible. Se trata de encontrar a alguien que no tire la toalla ante las dificultades, y que se empecine en editar con criterio y confiando en que, a la larga, tus lectores serán tus amigos a través de los libros.
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