La semana pasada se presentó el informe “El libro electrónico”, redactado por el Grupo de trabajo sobre El Libro Electrónico, dependiente del Observatorio de la Lectura y el Libro. Se trata de un documento de 79 páginas que tiene como objetivo dar una visión de la situación del libro electrónico en España desde el punto de vista de los diferentes actores que conforman la cadena de valor del libro.
Hasta aquí todo correcto si no fuera porque se trata del Observatorio de la Lectura del Libro, financiado por el Ministerio de Cultura. Francamente, esperábamos más de un grupo de gente de tanta valía como los que lo conforman, algo más que un resumen del estado de la cuestión digital, conformado por las opiniones de unos y aderezado por las demandas de cada uno de los gremios.
El propio informe ya avisa en su presentación de que se basa en los “conocimientos y experiencias” de sus miembros, pero eso no justifica el tono subjetivo y casi egocéntrico que se respira en todo el texto: los autores hablan de sí mismos, los libreros dicen qué necesitan, los distribuidores barren para casa, los editores exponen sus quejas… ¡El señor Badenes incluso hace propaganda de la nueva plataforma de Planeta! Todo es muy legítimo por separado y en su propio contexto gremial, y muy necesario, pero éste informe no era el lugar adecuado.
Creemos que el Grupo de trabajo sobre El libro electrónico debe intentar buscar consenso entre todos los actores de la cadena del libro, aportar algún tipo de valor, y no convertirse en un muro de las lamentaciones. Como nos comentaba Pablo Odell en una conversación, la labor del Observatorio de la Lectura y el Libro no es la de ser cronistas, para cronistas ya están los medios.
Por otra parte, el estudio adolece de defectos formales que creemos injustificables:
– No fija una denominación para el libro electrónico, y utiliza indistintamente e-book, libro electrónico e incluso e-libro. Los diferentes ponentes deberían ponerse de acuerdo en utilizar una sola denominación, al menos por dar coherencia al documento, aunque fijar un nombre, de por sí, ya sería buena contribución al sector.
– La redacción contiene errores sintácticos reiterativos. El redactor se empeña constantemente en separar sujeto de predicado con comas, cuando no olvida usarlas para cerrar oraciones explicativas. Y el texto necesita un repaso tipográfico: sobran espacios, se utilizan las cursivas sin criterio y los guiones de apertura son diferentes a los de cierre, entre otras cosas.
Estamos ante un texto emanado de un organismo público, publicado y difundido por el Ministerio de Cultura, y su presentación debería ser impecable. Aunque esto es pecata minuta, aporta una pobre imagen de precipitación y falta de rigor a un informe que en sí mismo flaquea.
Silvano Gozzer dice
Suscribo vuestras críticas, el informe no es bueno y muy deficiente para un sector necesitado de datos y análisis serios, no opiniones. Es un documento del Ministerio pagado con dinero público, creo que es légitimo por nuestra parte pedir mejores resultados a ese observatorio o mejor sería que lo disolvieran.
Miguel Calvillo dice
Me admira la falta de crítica galopante que hay en estos ambientes culturales respecto a las Instituciones públicas, por lo que vuestra crítica me parece encomiable. Recuerdo mi sorpresa en el Congreso Leer.es, en el que no hubo por parte de los ponentes ni el más mínimo atisbo de crítica a la Administración, todo lo contrario a lo que se oye a pie de obra: demasiadas críticas demasiado exageradas. Entre la crítica por la crítica que hacen algunos y la crítica de lo que realmente debía criticarse hay un margen: lo que sorprende es que ese margen sea cero. Mi conclusión es clara: quien paga, manda. Nadie quiso criticar porque ¿y si el Ministerio de Educación ya no me llama más? ¿Y si no me dan más subvenciones? ¿Y si no cuentan conmigo para otros proyectos? El mismo efecto me ha parecido ver respecto a otras instituciones como la Fundación Germán Sánchez Ruipérez o la Biblioteca Nacional: no se atreven a criticarlas por miedo a que los veten en las colaboraciones. Claro que ambas han hecho y siguen haciendo cosas muy buenas; pero de las que no han hecho tan bien: mutis. Digámoslo claramente: miedo a perder el dinero que suponen esos contratos y servicios. Algunas personas relacionadas con la lectura, el libro y las bibliotecas no sólo no critican, sino que alaban porque viven de eso. No es que sean pelotas, es que es su trabajo, su modo de vivir, su sustento.
Respecto a los observatorios en particular, habría que ver su impacto en el área de su especialidad, porque son juez y parte, privados pero públicos, amigos y parientes, tocayos y colegas, y según eso, ¿qué van a contar? Son columnistas reunidos a sueldo público. Tanto que hasta ponen a zorros en los observatorios de las gallinas. La mayoría además no cuentan con estructura de recursos humanos ni materiales para realizar trabajos realmente valiosos. Digamos que llaman observatorios a lo que es una reunión de autores del monográfico de una revista, pero en absoluto un trabajo técnico de equipo y objetivo.
Habría que hacer un observatorio de observatorios. Y claro, me propongo a mí mismo para ocupar un sillón.
Anthony dice
Suscribo vuestras críticas, el informe no es bueno y muy deficiente para un sector necesitado de datos y análisis serios, no opiniones. Es un documento del Ministerio pagado con dinero público, creo que es légitimo por nuestra parte pedir mejores resultados a ese observatorio o mejor sería que lo disolvieran.