Acabo de terminar La lección de música, de Pascal Quignard.
Son tres «pequeños tratados» (palabras del autor) que tienen como eje vertebrador el duro camino del aprendizaje de la música. El primero es el más famoso, pues dio origen a la película Todas las mañanas del mundo, y discurre sobre la metamorfois de la voz masculina durante la adolescencia, de «la muda». El segundo pasa de la Francia barroca a la Grecia de Aristóteles, donde el filósofo se pregunta sobre el misterio de la voz. El tercero transcurre en China, y es un maravilloso relato sobre la sensibilidad de los músicos con un curioso final que enlaza al protagonista con el maestro Stradivari.
El texto es magnífico, de esos que uno quisiera leer en versión original, a pesar de que la editorial Funambulista retoma la excelente traducción que Ascensión Cuesta (premio Stendhal de traducción 2006) hizo en 1988 para la edición de Versal. Pero…
Pero quienquiera que lo haya editado lo ha destrozado, tipográficamente hablando. Hay puntos desaparecidos, en los que el cambio de frase se adivina por la repentina aparición de una mayúscula; finales y principios de línea en los que llega a haber hasta tres repeticiones de palabras, palabras enteras; los simbolillos que separan los párrafos cambian de forma arbitraria… Una lástima.
Es un libro de reducidas dimensiones, de escasas 120 páginas, de enormes blancos entre párrafos. Es un libro fácil de editar, a pesar de que la tendencia del autor a reforzar la imágenes mediante repeticiones dificulta la labor del maquetador.
Una lástima.
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