Leemos en el diario Le Monde que la cifra de negocios del sector editorial francés ha registrado en 2007 un crecimiento del 3.5 % con respecto al año anterior. Según el artículo titulado «La buena salud relativa del libro», el año pasado se vendieron en Francia 486 millones de ejemplares y se publicaron 75000 títulos: 37000 novedades y 38000 reimpresiones.
Sin embargo, todo parece indicar que en Francia el sector del libro sigue siendo económicamente frágil. Además de los ataques que está sufriendo la política del precio fijo, los editores son acusados de desperdiciar demasiado papel y de vender los libros a un costo demasiado alto, por lo cual el Syndicat national de l’édition (SNE) ha decidido revelar sus estimaciones: 80 millones de ejemplares son destruidos cada año, de los cuales 50 corresponden a devoluciones hechas por las librerías a los editores y los 30 restantes corresponden al descatalogamiento de los stocks.
Debido a las directivas y decisiones que podrían tomarse antes de las vacaciones de verano, le esperan algunos días críticos al sector editorial francés —que quiere llegar fortalecido a la rentrée—: por un lado, ayer fue presentado públicamente el Informe sobre el libro digital que por encargo del Ministerio de Cultura de Francia hizo una comisión coordinada por Bruno Patino —al cual se refirió hace un par de días el escritor y crítico francés Pierre Assouline en su blog La république des livres—; y, por otro lado, mañana se hará en la Asamblea Nacional una mesa redonda sobre el libro.
Si en el ámbito hispanoparlante estamos acostumbrados a acusar al sector editorial de tardar demasiado en reaccionar frente a los cambios, la situación en Francia parece no ser del todo diferente.
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