Andrew Wylie, uno de los principales agentes literarios estadounidenses, acaba de declarar la guerra a los editores: bajo un sello editorial propio, Odissey Books, ha lanzado una colección de libros digitales con obras de sus autores representados, que venderá en exclusiva a través de Amazon, convirtiéndose en competidor directo de las editoriales que publican en papel de dichos autores.
De esta forma, libros como Rabbit de Updike, Midnight’s Children de Rushdie y Lolita de Nabokov, entre otros 20 éxitos anteriores a la era digital, saldrán por primera vez en formato digital, pero no a través de su editor de siempre, sino de Odissey Editions, la editorial fundada por la agencia de Wylie, que posee los derechos de escritores de la talla de Updike, Saul Bellow, Rushdie y Philip Roth.
Del acuerdo financiero al que se ha llegado con estos autores no se han filtrado cifras, pero se da por supuesto que el porcentaje pactado es superior al 25% habitual para los derechos digitales. Lo que no está tan claro es si Wylie como editor dará a los autores el 50% que exige como agente a los editores.
Damos también por supuesto que los textos digitalizados no serán los publicados por Random House o Simon&Shuster, propietarias del trabajo de edición realizados sobre aquellos, de la misma manera que Carmen Balcells -que hace un año llevó a cabo una maniobra similar a la de Wylie- tuvo que publicar una versión digital sin correcciones. Sin embargo, Palabras mayores, el proyecto de Balcells no pasó de ser una colección, una forma de aprovechar la oportunidad de encontrarse con unos contenidos libres de derechos, casi una pataleta ante unos editores que no querían allanarse a sus exigencias de unos derechos exorbitantes, pero nunca llegó a ser una editorial.
Wylie ha ido mucho más lejos. Pero ¿qué significa su maniobra? ¿La desaparición de los agentes literarios o la de los editores? Porque si Odissey Editions sigue publicando, deberá negociar con los autores, y los autores -la mayoría aborrece negociar o no sabe hacerlo- buscarán a alguien que defienda sus intereses. Y el círculo volverá a cerrarse, al menos en relación a los títulos de éxito.
Aún así, son muchas las voces que pronostican la desaparición de los agentes o su reconversión en empresas de prestación de servicios editoriales, ya que -al menos en digital- el mercado no podrá aguantar la presencia de tantos intermediarios con unos precios de venta tan bajos.
Las cosas no están nada claras y habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los diferentes modelos de negocio en esta nueva era de la digitalización para ver qué cartas se reparten y cómo las juega cada uno de los actuales actores en la cadena del libro.
Por cierto, la respuesta de Random House, una de las editoriales perjudicadas, no se ha hecho esperar: ninguna de sus editoriales negociará con Wylie derechos en inglés hasta que esta situación se solucione. Simon&Shuster aún no se ha pronunciado.
P.S. agradecemos a Emily Williams la aclaración sobre la reacción de Random House, aclaración que hemos subrayado.
Jorge dice
He oído que Wylie exige a las editoriales que ya habían publicado los títulos de sus representados en papel, que le den un archivo de los contenidos. Así que, en este caso, el contenido que sacaría sería el trabajado por las editoriales. Veremos cuales ceden ante eso y cuales no. Aunque la verdad, no sé muy bien si una editorial tiene derecho a quedarse para ella sola los textos que ha trabajado con un autor, porque el autor es el titular de los derechos, y no cualquier «ente» colaborador. En los contratos tampoco pone nada de que la editorial tiene los derechos de un texto que ha corregido o editado. Asunto interesante.
Ediciona dice
Depende de cada editorial, Jorge, y de los contratos que firme con cada uno de los autores. Como bien dices es un asunto interesante y que puede dar mucho juego, ya que puede verse con varias ópticas. Desde luego, la de los editores es clara: si el texto ha sido trabajado por ellos, el autor no debería poder apropiarse de las correcciones o modificaciones que se hayan hecho en su obra. Eso no quiere decir que al autor se le limiten sus derechos; el autor podrá disponer digitalmente de su obra, pero no de la versión generada por la editorial.
enric faura dice
Un agente que se convierte de facto en editor. Si, en un editor diferente y singular, pero en el fondo en nuevo editor.
Vivimos tiempos de cambios y actuaciones como estas añaden confusión. Habrá que seguirlo de cerca.
Jorge dice
Pero es que el texto «trabajado» por la editorial,legalmente no es suyo, da lo mismo el contrato que haya firmado el autor, la obra es del creador, a no ser que la obra sea en colaboración y haya varios coautores. En caso contrario, la propiedad intelectual de una obra es del autor, por ley no puede renunciar a ella. No olvidemos que las correcciones o modificaciones son sólo sugerencias que la editorial hace al autor, si este no quiere incorporarlas pues no se hace, y si las incorpora ya forman parte de su creación y tiene los derechos sobre ellas. Así es como lo veo yo, y creo que la ley no dice otra cosa. Y las editoriales podrán presionar, podrán intentar no devolver algo que no es suyo, pero si las cosas se llevaran a un juicio, yo apuesto porque el juez le daría la razón al autor. Pero ya te digo, es sólo una opinión de un nojurista, y sin mucha base si me apuras.
Henry Odell dice
Yo creo que la discusión sobre «dame el archivo» no va más allá de tener un archivo ya formateado para exportar a epub o mobi (más mob, en este caso). De todos modos, habría que ver qué se ahorra efectivamente, porque hasta hace muy poco (y habría que ver si no se sigue haciendo así y mal), los archivos se formateaban con destino a impresión.
Seguramente que con autores de hace unos años, el agente ya conserva un archivo digital. El problema es con autores más antiguos de los caules sólo hay na carpeta con xxx cantidad de páginas mecanografiadas.
Sobre que el texto es propiedad del autor, no hay duda. ¿Pero y si la editorial le devuelve el archivo pero en txt sin formato?
Creo que este tipo de cosas desvían la atención de lo principal, que es los cambios en la cadena de valor.
Jorge dice
Henry, a Wylie le vendría mejor que se le mandara un texto sin formato que un texto en PDF, sobre todo porque la empresa que le hace los libros son unos magos del libro digital. El caso es que eso a hechos no les importaría mucho, lo que sí les importa es vender un texto que sea el mismo (de bueno) que el que se ofrecen en papel, para poder hacer la competencia.
En los contratos de ahora la mayoría agentes piden que se les mande una copia en PDF del archivo final. Y con eso ya bastaría. Da lo mismo que esté «formateado» para impresión, como a la hora de la conversión se va a tener que trabajar el texto, el origen es indiferente.
Otra cosa es que les den el libro en papel, eso es un problema, pero yo creo que más por tiempo que por dinero.
Tienes razón, lo importante es la desaparición de intermediarios y los cambios en la cadena de valor. pero yo veo este asunto «menor» de los archivos como una pequeña representación del pulso entre editores y agentes/autores que se está produciendo.
Seguiremos observando.
Valentín Pérez dice
Si yo soy autor y cambio de editorial cumplido el contrato ¿puedo pedirle a la antigua editorial que me de los ficheros trabajados por la editorial? Pues no estoy muy seguro. Si el agente se convierte en editor, pues estupendo, pero como se dice en este post, el autor gana un editor pero pierde un agente. En fin, un embrollo un poco absurdo que terminará por arreglarse, porque para el agente es más interesante negociar ediciones digitales con diferentes editoriales para conseguir al mejor editor digital para su representado, que al fin y al cabo es su misión (y no editar) (¿Por cierto consideramos a Amazón un editor?) . De todas formas en España ya Ballcels hizo algo parecido al ceder los derechos digitales no a un editor, pues no se puede calificar de editoria a Leer-e, sino a una distribuidora digital ¿Qué texto se usó de referencia por ejemplo para la edición de «Relato de un naufrago» de Márquez? ¿el original de Márquez, el de la última edición en papel en España, en Colombia? Sería interesante saberlo.
Ediciona dice
La cuestión va más allá de si aprovechar los textos trabajados por una editorial para venderlos en otra editorial es legal o ilegal -seguro que Wylie no se ha arriesgado a hacer nada que le reporte una demanda judicial-.
El gesto de Wylie es una provocación, carente además de fair play, que añadirá aún más inseguridad, desconfianza y desconcierto a unos autores que andan en su mayoría perdidos en el marasmo del negocio digital.
Estamos ante uno de los temblores que preceden al gran movimiento sísmico que va a sacudir toda la cadena de valor del libro.
Jorge dice
Que el acto de Wylie sea una provocación, pues ser pero no sabemos a qué responde esa provocación. Quizá llevaba tiempo intentando conseguir un trato favorable a sus autores de las editoriales para que sacaran sus ebooks y la editoriales no querían ni oír hablar del asunto, y Wylie terminó decidiendo que lo mejor para sus representado (lo que viene a querer decir un mayor % de regalías) era editar los ebooks por su cuenta y riesgo. Que eso molesta a las editoriales, pues que hubieran sido listas negociando con Wylie. Además, ¿no era uno de los puntos buenos de edición digital la desintermediación? ¿no queríamos eso?
Julián Chappa dice
La respuesta al supuesto dilema -digo «supuesto» porque creo que se trata de una simple estrategia de marketing de Wylie para autopublicitarse sin gastar dinero- hay que buscarla en eso que llaman «historia», más concretamente en el subapartado «historia de la edición». Desde comienzos de la historia de la edición en Occidente (siglo XV), la figura del editor nació como una genuina necesidad, no fue precisamente por azar. El editor es consustancial al proceso necesario para que un manuscrito se convierta en un libro «editado».
La figura del agente literario, en cambio, nació hace apenas unas décadas, y es producto de una lógica de mercado, un función subsidiaria de una fase evolutiva del capitalismo en la que las funciones dentro del mundo editorial se compartimentan, se especializan y -de algún modo- se desnaturalizan, al punto de que hoy existe éste planteo absurdo de contraponer la figura del editor, con toda su entidad, con la del agente literario, un actor del mercado editorial que es absolutamente secundario. Un autor puede sobrevivir perfectamente sin agente literario, de hecho aún hoy en día muchísimos autores fuera del mundo anglosajón se manejan sin ellos.
Julián Chappa
Ediciona dice
Evidentemente, Wylie se ha eliminado a sí mismo como intermediario-agente y ha adoptado el rol de intermediario-editor.
Las preguntas son: ¿Tendrá el Wylie editor las mismas consideraciones con sus autores que el Wylie agente? ¿Se comportará como editor de verdad o sólo como un oportunista que publique títulos antiguos sin asumir ningún riesgo y hasta que los textos se le acaben? ¿Abandonará definitivamente su modelo de agencia o mantendrá un negocio bicéfalo? ¿En caso de ser agente y editor, cómo garantizará a sus representados el mejor trato económico posible?
Y reflexionando más seguro que surgen aún más cuestiones.