El 30 de junio pasado, Bruno Patino, presidente de Télérama y de Monde Interactif, presentó el Rapport sur le livre numérique.
El estudio, realizado por un comité de seis personas del mundo de la edición francesa presidido por él mismo, le fue encargado el pasado febrero por Christine Albanell, ministra de cultura de Francia.
Según la ministra, “la revolución digital que progresivamente ha afectado a la prensa, la música y el cine, en un futuro próximo tendrá un impacto decisivo sobre sobre los sectores de la edición y la librería […] El informe no se centra en el problema de la comercialización de los libros en Internet, sino en la aparición de aparatos electrónicos de lectura, lo cual, en un futuro, no sólo puede comportar cambios de naturaleza industrial sino, sobre todo, una pérdida de los flujos financieros clásicos que permiten financiar la creación editorial, literaria o escolar.”
El autor del informe, en el momento de presentarlo, reflexionó en voz alta: “había que hacerlo antes de que fuera demasiado tarde […] el libro digital, en Francia, no es una ficción”.
El informe comienza diciendo que el mundo de la edición ha entrado tardíamente en la era digital; sin embargo, actualmente, ya hay sectores de este mundo que están totalmente desmaterializados, como las obras de referencia. Asimismo, considera que a partir de ahora se puede producir una aceleración para la que es necesario que todos los actores estén preparados. En este contexto, hay dos elements esenciales:
la propiedad intelectual ha de continuar siendo la clave de la edición, y los editores han de conservar un papel central en la fijación de los precios.
La comisión preconiza una serie de medidas organizadas en cuatro acciones:
- Promover una oferta legal atractiva. Para ello propone tres medidas: fomentar la interoperabilidad de los contenidos digitales, acelerar la interoperabilidad de las grandes bases de metadatos existentes y practicar una política de apoyo a los libros digitales (de no actuar de esta manera, serán los piratas los que configurarán una oferta gratuita).
- Defender la propiedad intelectual, que implica no modificar la ley de propiedad intelectual, si bien se han de abrir conversaciones interprofesionales sobre los derechos de autor.
- Crear dispositivos permitan a los depositarios de los derechos (editores y autores) tener un papel central en la determinación del precio de venta (si no, perderán el poder en el negocio).
- Emprender una política activa de cara a la Unión Europea, para constituir un lobby de la propiedad intelectual y defender la aplicación de un IVA reducido sobre los bienes culturales digitales (en Europa hay un lobby muy potente de las telecomunicaciones que, a pesar de defender sus intereses, insiste en menospreciar la propiedad intelectual).
Con independencia de si estas recomendaciones son o no acertadas, el informe contiene aspectos francamente interesantes y, sobre todo, constituye un indicador de que en Francia los organismos públicos y privados se están moviendo ante el más que inminente tsunami en el mundo de la edición.
Josep M. Vinyes
El llibre digital a França
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