Muy interesante la entrevista que, en La Contra del diario La Vanguardia, Víctor-M Amela le hace a Emili Teixidor, autor de La lectura y la vida (editorial Ariel).
¿Para qué leer?
Para vivir más.
Poderosa razón.
Y porque las palabras te ayudarán a explicarte el mundo, a explicarte a ti mismo.
Leyendo ¿te lees?
Cuando tienes la cabeza desordenada acudes al médico de las palabras,el psicólogo, ¿no? ¡Porque las palabras ordenan el caos! Ya dijo Joseph Brodsky que invertir en bibliotecas era ahorrar en sanidad.
¿Qué hacer para que los niños lean?
Nos da tanta pereza ocuparnos de nosotros, que preferimos ocuparnos de los otros…
Ya: ¿padres lectores dan hijos lectores?
Tampoco, claro… Puede ayudar, pero no garantiza nada. ¡Quizá unos padres que impidiesen leer espolearían más la lectura!
Hombre…
Carme Riera explica que su padre tenía siempre bajo llave la biblioteca, y eso encendió su deseo de acceder a esos libros…
A ver si habrá que prohibir leer…
Yo no confío mucho en las campañas a favor de la lectura; quizá sería mejor advertir a los jóvenes que, si leen, ¡quedarán malditos para siempre! Cosa que, encima, ¡sería cierta, ja, ja…!
«Lee si te atreves… ¡y corre con las consecuencias!».
Algo así, sí. La mejor estrategia para que alguien lea ¡es generarle el deseo de hacerlo!
Explíqueme cómo generar ese deseo.
«Hoy quiero hablaros de dos libros», anunciaba un profesor. Los chavales le hacían notar que llevaba tres libros, a lo que él decía: «Ah, no, no, este tercer libro no os conviene, no estáis preparados…», y lo dejaba a un lado. Al irse, dejaba los tres sobre la mesa y se iba.
¿Y qué pasaba?
Muchos chavales se lanzaban a curiosear el tercer libro, tomaban nota.. ¡Y muchos lo leían, además de los dos recomendados!
Había logrado inflamarles el deseo…
Otra amiga, Care Santos, cuenta que cuando sabía que sus hijos iban a apremiarla a hacer algo, ella se ponía a leer: «Esperad, esperad a que acabe esto, ¡no puedo dejarlo ahora…!», les suplicaba, lo que despertaba en los chavales curiosidad por ese libro.
El ordeno y mando no sirve, ¿no?
No, aunque de los 7 a los 12 años sí deberíamos inocular ciertas rutinas y disciplinas.
¿Por ejemplo?
Una hora al día de lectura en voz alta en clase. ¡Educa el oído, el gusto por el texto!
Eso en clase. ¿Y en casa?
Explicarles cuentos, contarles cosas, leerles, cantarles… Lo importante es la lengua, jugar con el lenguaje.
¿Qué más podríamos hacer en clase?
Aparte de anotar en la pizarra la fecha del día, el profesor podría escribir en ella un verso distinto cada día.
¿Un solo verso?
Sí. Los chavales no tienen por qué entender su sentido, ¡no importa! Tenemos la manía de que hay que entenderlo todo… Importa la música de las palabras, su indescifrable sentido, su misterio, ¡el embrujo del lenguaje! Y puede que alguno de esos versos, algún día, atrape a alguno de esos niños…
Entendido. ¿Alguna otra propuesta?
¡Una hora de silencio obligatorio al día, con un libro sobre la mesa! Sin exigir que lean. Unos leerán muchas páginas, otros ninguna. Da igual: lo que importa es propiciar un espacio para la posibilidad de la lectura, imprimir una rutina a favor de esa actividad tan antinatural consistente en estar quieto leyendo. El que no lea ¡aprenderá al menos a estar quieto y callado una hora!
¿Hacían eso en su escuela de niño?
Sí. Era una hora obligatoria para todos, del director al conserje. Todos en silencio.
¿Qué le indujo a usted a leer?
Un grupo de compañeros de la escuela nos pasábamos libros, al margen de la escuela. Primero eran novelitas de Leonor del Corral, estilo José Mallorquí, o Doc Savage, El Coyote… y así llegué a Stendhal. Uno de aquellos colegas era Miquel Martí i Pol, que me enseñó a apreciar la poesía.
¿Deberían los niños leer a los clásicos?
Enseñémosles el canon literario, pero démosles a leer sólo fragmentos de clásicos.
Sugiera más estímulos para la lectura.
A modo de juego, podemos incitar a los niños a coleccionar palabras extrañas. O a comparar una película de moda con el libro que la haya inspirado. O a inventar finales alternativos a una historia…
Más.
O a dramatizar un texto. El teatro es un acicate riquísimo, y pasa siempre por la lectura de un texto… Más aún: exige memorizar. ¡Y sin memoria no hay inteligencia!
¿No?
«La memoria es el marcapasos de la inteligencia», dice George Steiner. Y durante demasiado tiempo la hemos desacreditado, hemos estado engañando a nuestros niños…
Gracias por regalarme tan buenas ideas.
Otra: las escuelas tienen muchas paredes vacías: ¿por qué no cubrirlas de frases, como las calles están cubiertas de anuncios?
Pero siempre habrá gente que no leerá.
Sí, obviamente, pero yo soy optimista: hoy en día ya no hay analfabetos, técnicamente. Así que todo el que quiera leer ¡leerá!
Bien, pero a alguien a quien le cueste mucho leer… ¿qué le receta, doctor?
Toma un libro, en prosa o verso. Ábrelo. Lee una línea. Ciérralo. Prohibido más: sólo una línea por día, ¡sólo una!
elena dice
Excelente e interesante entrevista. Emili Teixidor da en el clavo. Quizá si la lectura se rodeara de misterio, despertaría la curiosidad de muchos críos que la desprecian. Lo sé por experiencia. Hace muchos años di clases en un colegio y los chicos eran muy receptivos cuando les proponía juegos relacionados con el lenguaje. El cambio del final de los cuentos (para hacerlo tenían que leerlos), tenía mucho éxito, así como la invención de un cuento nuevo a partir de los personajes del cuento conocido, etcétera. Recuerdo aquel curso como muy satisfactorio.
elena dice
Hay un libro excelente que Ediciones del Bronce ha publicado en 2006 que utilicé como punto de partida durante el tiempo que ejercí como profesora de lengua y literatura:
Gianni Rodari, «Gramática de la fantasía: introducción al arte de inventar historias».
También existe una versión catalana publicada por Columna, creo que en 2002.
A la par que incita a escribir, también incita a leer. Es francamente bueno y aconsejable.
Saludos.
ediciona dice
Muchas gracias por el consejo, Elena, no conocía este libro.
Es muy interesante conocer el punto de vista del maestro de lengua y literatura, una opinión que normalmente no aparece reflejada en los informes sobre lectura en niños y jóvenes.
Según las últimas cifras de venta de libros de este sector, ha aumentado el número de niños lectores. Los editores y el Ministerio de Cultura se muestran optimistas, pero a mí me da la impresión que lo que aumenta es el número de padres que compran libros para sus hijos.
¿Es lo que percibes en tus alumnos?
elena dice
El libro de Rodari, una verdadera joya, lo compré en Italia en 1975. Lo publicó Einaudi en su colección «Piccola Biblioteca Einaudi»en 1973. Ha discurrido mucho tiempo desde entonces. En España se publicó por primera vez en los 80, pero es evidente que sigue interesando. Yo utilicé la versión italiana durante los tres cursos que di clase de lengua y literatura. Luego me dediqué a otra cosa y perdí mi contacto con el mundo de la enseñanza. Lo utilicé con mis hijos, entre finales de los 80 y los 90, y surtió el mismo efecto: les entusiasmaban los ejercicios. ¿Qué crío se resiste a escribir algo cuando se le dice, por ejemplo, que todo está permitido? ¿Y a crear una ensalada de cuentos? De este modo se les hace ver que la literatura no es aburrida en absoluto, más bien todo lo contrario.
En cuanto a que han aumentado los niños lectores, me cuesta creerlo, la verdad. Posiblemente tendrán muchos libros (en las fiestas de cumpleaños, santos, etcétera se regalan muchos libros), pero de ahí a leerlos…
Saludos